El nacimiento del Salvador irrumpe para disipar la más densa oscuridad e instaurar el gozo y la alegría. Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores.
La Navidad tiene un sabor de esperanza, de paz y ternura, que tenemos que replicar cada día en la hospitalidad brindada a nuestros hermanos enfermos, heridos en el camino de la vida y que esperan nuestros cuidados y compañía.
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